El 18 de julio de 2014 tenía lugar en Bustares el peor incendio ocurrido en décadas.

Un día antes se había declarado otro incendio relativamente próximo (Aleas) causado por una cosechadora hacia el que se habían desplazado la totalidad de los medios cercanos, lo que provocó que no se destinasen recursos a la zona de Bustares hasta que fue demasiado tarde. Éste primer incendio quedó prácticamente bajo control el día 17, sin embargo, para evitar pagar horas extra a los retenes se redujo el personal antes de extinguirlo llegando a mandar de vuelta los retenes de Cuenca a medio camino y, por lo tanto el fuego escapó de control.

Todo comenzó la mañana del día 18 de julio sobre las 11, cuando una chispa procedente de un ahumador de colmenas prendió unas estepas cercanas en un paraje conocido como "Los Brezales". Pese a que el apicultor trató de extinguir el incipiente fuego, sufriendo diferentes quemaduras, el viento reinante, el intenso calor y la fuerte sequía pronto extendieron el fuego por una amplia zona.

Media hora después, acudieron dos retenes contra incendios y una patrulla de la guardia civil que poco pudieron hacer ya que el fuego estaba fuera de control. El fuego avanzaba en dirección Norte por una extensa planicie poblada de estepas con llamas que superaban holgadamente la altura del tendido eléctrico empujado por un viento de 60 Km/h. Los vecinos de Bustares comenzaron a reunirse para contemplar el fuego.


Las llamas, más altas que el tendido eléctrico, alcanzan la carretera Gu-147.

Justo a mediodía acudieron los dos helicópteros, un Bell 414 y un Kamov de la base de Robledo de Corpes así como las avionetas AirTractor y comenzaron a hacer descargas reteniendo el incendio junto a la carretera que atraviesa la planicie, en ese momento llegan varios camiones autobomba y nuevos retenes a esa carretera así como los helicópteros del BRIF de Lubia y por un momento el fuego parece perder intensidad.

Imagen tomada desde el Bell 414 de la base de Robledo de Corpes en los momentos iniciales del incendio.

Unas chispas transportadas por el viento generan nuevos focos al lado Norte de la carretera alguno de los miembros de los retenes propone entrar a un campo recién arado y eliminar esos focos desde allí pero reciben la orden de: “Ahí no entra ni Dios” y se repliegan a un alto que forma la carretera junto a Bustares llamado “La Rolabá”. En esos momentos en el extremo opuesto de la carretera, un camión de incendios al que se le ha dado la orden de permanecer en la brecha se ve rodeado por el humo y tiene que retroceder en dirección Villares.

Momento en el que el fuego, al otro lado de la carretera, escapa de control. Al fondo se aprecia el terreno arado.


Los helicópteros recargan en la base de Robledo de Corpes y en el pantano de Alcorlo a 5 y 10 minutos de vuelo respectivamente ya que en la zona no existen balsas contra incendios, esto permite que las llamas ganen intensidad al lado Norte de la carretera y rápidamente se pierde de nuevo el control, el frente avanza a 20 Km/h directo hacia el Alto Rey. Muy alto, en el cielo se puede ver la Cessna de observación sobrevolando la zona. Donde se originó el incendio un hidroavión comienza a descargar. Mientras tanto un helicóptero Bell 212 del Infocam hacía un recorrido divulgativo de 40 minutos para la consejera de agricultura.

El frente del incendio asciende por la ladera del Alto Rey


Poco a poco según aumenta la gravedad del incendio se van sumando nuevos medios, en primer lugar el helicóptero “Koala” de la base El Serranillo y, más tarde, los dos Bell del BRIF de Daroca, aun así, el fuego alcanza los 1800 m del Alto Rey, y entre las rocas, pasa a la cara Norte de la montaña. En la cumbre, coronada por una ermita templaria solo hay un equipo de Televisión Guadalajara, que graba el “salto” a la otra ladera.

Las llamas "saltan" de vertiente y comienzan a descender hacia Prádena.

En la “Rolabá” se acumulan los medios terrestres en espera de órdenes, el frente principal ha pasado a la otra ladera pero los flancos del incendio se extienden en dirección Este y Oeste hacia las localidades de Gascueña y Bustares. En vista de que el coordinador desconoce el lugar se le informa de la existencia de una laguna natural más cerca del incendio que el pantano de Alcorlo o la base de Robledo y la existencia de una carretera asfaltada hasta la cumbre de la montaña, también se le propone hacer cortafuegos con tractores en las fincas cercanas a Bustares para salvar el pueblo, tras su rotunda negativa a todas las proposiciones los vecinos decidieron actuar por su cuenta para evitar que el fuego alcance la localidad. Así algunos comenzaron a realizar un cortafuegos a mano en el estepar más próximo al frente. Mientras tanto se ha declarado el nivel 2 de alerta, la UME acude hacia Bustares. De camino, se detiene a preguntar la ruta a un vecino que acude desde Madrid a Bustares para ayudar, éste les indica que, por donde pretenden ir, la carretera atraviesa un pueblo por el que no caben los camiones, el responsable le responde que “Eso no es asunto suyo” y siguen adelante hasta el pueblo donde deben retroceder perdiendo más de media hora.

Poco después el fuego alcanza las “Casas del Cobacho” un grupo de treinta casas de ganado de piedra con tejados de pizarra arrasándolas. El fuego sigue acercándose a Bustares solamente hostigado por algunos de los helicópteros ya que la mayoría se han desplazado al frente principal. La UME llega a Bustares, parte de los efectivos aparca en la entrada del pueblo por si hay que desalojarlo, otra parte se reúne con el resto de retenes en la “Rolabá” en espera de órdenes. Los pueblos de Gascueña y Prádena son desalojados.

Visto que el peligro para el pueblo es inminente, los vecinos contraviniendo las órdenes del coordinador, primero unos pocos y poco a poco decenas, se lanzan a por el fuego; algunos con batefuegos, mochilas de fumigar o azadas otros con ramas de árboles. Rápidamente extinguen el frente que avanzaba hacia Bustares y, tras esa primera victoria, avanzan hacia el cercano bosque de robles en el que el fuego está quemando el sotobosque pero las llamas aun no alcanzan las copas de los árboles. Dehesa a dehesa van extinguiendo el incendio seguidos de lejos por el todoterreno del coordinador que sigue sin actuar.

 

Los vecinos comienzan a acudir a sofocar el fuego, algunos con batefuegos, otros con azadas o ramas.

La noche va cayendo hasta que los últimos vecinos se retiran pasadas las 10 de la noche, el bosque está a salvo pero la ladera de la montaña sigue ardiendo. La UME sugiere a los vecinos que regresen a sus casas y que, en caso de evacuación, se les avisará pero a esas alturas ya habían perdido la confianza del pueblo así que son los vecinos los que se organizan para evacuar la población en coches particulares si es necesario. Se organizan grupos de guardia para vigilar el avance del incendio y dar la voz de alarma llegado el caso.

La noche se hace larga y las informaciones son  confusas. A la patrulla de la Guardia Civil le llega la información de que el fuego ha llegado a Albendiego a más de 10 km en línea recta al otro lado del pinar del Pelagallinas. Sobre las tres de la mañana llegan algunos camiones de la UME y los retenes de Cuenca que se detienen en la entrada del pueblo sin saber qué hacer. Algunos de los miembros de estos retenes preguntan sobre la orografía y se les informa sobre las pistas que existen, donde está el fuego y hacia donde avanza, tras más de una hora un todoterreno de la UME decide hacer una incursión de reconocimiento de las pistas de la zona, tras volver éste y ante la inoperatividad de la UME, los retenes de Cuenca deciden seguir la pista e ir al encuentro de las llamas. El fuego ha alcanzado una zona de la ladera muy rocosa y se va extinguiendo por sí mismo. Durante el resto de la noche se van sofocando el resto de focos en la zona de Bustares. El frente principal, ahora junto a Prádena se va extinguiendo al llegar a bosquecillos de robles. Al sur, las llamas del incendio de Aleas coronaban el pinar tiñendo el cielo de rojo.

Durante la noche, el espectral fulgor de las llamas, es la única luz en la montaña.

Al amanecer, los helicópteros retoman las labores de extinción, esta vez reaprovisionándose de agua en la laguna de Somolinos pese a que el frente principal estaba controlado decenas de pequeños focos se reavivaban por doquier. Las raíces de la gayuba, planta que cubre prácticamente toda la montaña, mantienen las ascuas del incendio y reavivan focos cada vez que el viento arreciaba. Los retenes de Cuenca finalmente ascienden a la montaña por la carretera y aparcados junto a la ermita del Alto Rey sofocan pequeños incendios por toda la ladera tras más de 24 horas desde que salieron de su base. Al Norte, en el valle completamente cubierto del humo de las cumbres arrasadas, los pilotos de los Kamov se juegan la vida volando en solitario entre el humo para extinguir el foco principal.

Esa tarde se dio por sofocado el incendio sin embargo durante los siguientes días y hasta semanas, se reavivaron pequeños incendios originados por ascuas sin extinguir, pero ya no había nada que pudiera quemarse, la ladera estaba arrasada y ellos solos se van consumiendo hasta desaparecer.

Aspecto de la ladera Sur del Alto Rey la mañana del 17, se aprecia como solo el bosque de robles ha resistido el fuego.

Ese mismo otoño la Hincadera organizó una repoblación de robles en el área quemada. Ante la convocatoria acudieron decenas de personas algunas desde una gran distancia. Aquel día se plantaron más de 20.000 bellotas. Un año después comenzó a crecer un nuevo bosque

A todos ellos Gracias.

Algunos de los participantes en la repoblación.

Sirva este relato como condena a las personas que, fruto de su incompetencia, retrasaron las labores de extinción; a los políticos que decidieron reducir la dotación de los retenes y sus medios; a la administración que obligaba a los helicópteros a volar sin copiloto (finalmente rectificada en 2015) y a los medios que ocultaron información,  mintieron, censuraron entrevistas e incluso despidieron a periodistas por hacer su trabajo con honestidad.


Sirva también de homenaje a todos aquellos trabajadores forestales, retenes y pilotos que avanzan hacia el lugar de donde los demás huyen; que se juegan la vida día a día por nuestros bosques; que luchan sin medios hasta el agotamiento y después, siguen peleando.

 

Uno de los robles plantados en la repoblación un año después del incendio y al segundo año.